La soledad como construcción



Vivimos en una época en que todos los vínculos están en crisis: parejas, familias, sociedades, organizaciones sociales. Asociarse es cada vez más difícil.
Zygmunt Bauman señala en que hoy se impone el modelo de relaciones líquidas, con la lógica de la red. Buscamos relaciones en la que conectarse sea tan fácil como  desconectarse. 

La cultura invita a desconfiar de los vínculos, caracterizándolos como una amenaza a la libertad individual. En verdad, se nos induce a confundir compromiso con ataduras. Estas son aquellas relaciones en las que sus miembros no se agregan valor entre sí. 

El compromiso es el mayor acto de libertad de una persona.  Sólo pueden comprometerse las personas libres, no los esclavos. 

La modernidad nos invita a pensar que gracias a los avances tecnológicos, estamos interrelacionados, pero en realidad sólo estamos interconectados como simples extensiones de nuestros dispositivos electrónicos.

Hace poco, en un restaurant del conurbano bonaerense, ví un cartel que decía “aquí no hay wi fi, hablen entre ustedes”

El sistema nos crea la ilusión de que tenemos un millón de amigos, pero estamos cada vez más solos

En la pareja, se agrega otra ilusión, la de la seguridad, la preservación para no sufrir.

Nos ilusionamos y nos decepcionamos, y luego de cada ruptura, nos escondemos detrás de una coraza que puede tomar distintas formas:  la adicción al trabajo, salir sólo con amigos, la histeria masculina y femenina,  la dedicación exclusiva a los hijos, la compulsión a la virtualidad, el aislamiento social. 

También a veces observamos cómo se realizan excesivos análisis previos al comienzo de una relación, que incluyen la  evaluación del patrimonio del varón o la maternidad de hijos pequeños de la mujer, constituyendo actitudes situadas al borde de la discriminación

En muchas ocasiones, ponemos el acento en qué estamos esperando que nos dé esa persona, sin pensar un minuto en lo que estamos dispuestos a ofrecerle. 

Todas esas actitudes nos llevan a un estado de soledad, en el que lentamente nos vamos instalando, predisponiéndonos a más y más soledad.

A veces, ella surge de no poder salir de un círculo que nace de un duelo no transitado, fruto de no aceptar una pérdida. Ello deriva en un paralizante temor a un nuevo fracaso. “Ya no hay hombres” o “son todas iguales” son expresiones de una actitud defensiva, que pone el acento en la  búsqueda de una seguridad ilusoria y en la contracción del mundo emocional.

No necesitamos a nadie para ser felices. La idea de la media naranja es otra ilusión vendida por el márketing emocional. Pero poder compartir nuestra felicidad con un ser amado, es fuente de más felicidad, que puede reproducirse ilimitadamente. 

Vos sos un ser completo, tenés todo lo necesario para ser feliz y exitoso. Vos podés elegir compartir ese estado con otra persona, agregándose valor recíprocamente a sus vidas.

 

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