Por Mariano Rovatti
En todos los ámbitos, podemos percibir en amplios sectores de la sociedad, un desdén por la formación académica, la profundización de conocimientos y el desarrollo de especializaciones. Analizamos las posibles causas de este fenómeno y sus consecuencias, y cómo pararse frente a él.
En la segunda década de este siglo, comenzó a extenderse la idea –desechada por la evolución científica- de que nuestro planeta no es esférico sino plano, con centro en el Polo Norte, tal como se pensaba en la más lejana antigüedad. Variadas tesis conspirativas le han dado aire a esta idea, contando con el decisivo apoyo de Internet, como red de difusión masiva e ilimitada.
Lo que empezó siendo una serie
relatos disparatados, sostenidos fanáticamente por un puñado de loquitos, sin
que nos diéramos cuenta se extendió temática y territorialmente, en especial en
las generaciones más jóvenes de todo el mundo.
En términos políticos, los
terraplanistas pasaron a ser fervientes adherentes de las distintas variantes
de la extrema derecha: la nacionalista, principalmente en el Hemisferio Norte,
y la liberal conservadora, en el Hemisferio Sur.
Así, el relato del terraplanismo
consta de una simplificación extrema, enunciados lisos y maniqueos y una carga
muy fuerte de dogmatismo e intolerancia.
Hoy, ser terraplanista excede
largamente la alocada tesis de la forma de la Tierra: es una concepción
integral sobre la vida del ser humano en sociedad, en sus dimensiones política,
económica y social.
Más allá de las cuestiones
ideológicas –en las que en este artículo prefiero no ahondar- el eje del protopensamiento terraplanista está
configurado por el desprecio sistemático por el estudio, el análisis
científico, la comprobación histórica, el debate racional y el ejercicio de la
duda como vehículo para el aprendizaje.
Esto lleva a concebir el mundo de
manera simplista desechando cualquier posibilidad de pensamiento complejo, de
atención a las contradicciones o ambigüedades y de desconfianza a las certezas.
Quizás los dos grandes vehículos
del avance arrollador del terraplanismo sean Internet y el teléfono celular. La
difusión del relato terraplanista fluye como un río imparable gracias al
esfuerzo mínimo que requiere por parte del sujeto pasivo que consume este
discurso.
Pasar horas frente al celular
mirando You Tube, Instagram, Tik Tok o la aplicación que fuere, según la edad,
es el entretenimiento más difundido en la actualidad. Y dentro de ese
entretenimiento se cuelan temáticas que antes se discutían en los libros o en
las cátedras, en donde había un intercambio entre autor y lector, ya por
cuestionar, por profundizar o por relacionar sus contenidos.
Hoy, en un video de tres minutos,
tenemos exposiciones sobre los más variados temas, hechas al modo terraplanista
descripto párrafos arriba. Con el impulso que además le da el famoso algoritmo,
que se convierte en un círculo reforzador. Si por ejemplo, vimos un video que
cuestiona el rol del Estado en la economía, el próximo que el algoritmo pondrá
frente a nuestros ojos, será sobre el mismo tema, pero reforzando el sesgo
ideológico. Así, sólo nos llega material del mismo palo, profundizando nuestras ideas previas sobre cada tema. El
algoritmo confirma y no cuestiona nuestros prejuicios.
Además de ser más cómodo, porque
exige menos, el terraplanismo brinda una sensación de seguridad, ya que todo el
tiempo que estamos frente a la pantalla, recibimos el mismo mensaje, y por lo
tanto, crece nuestra certeza de que nuestro pensamiento es el correcto.
El pensamiento complejo nos lleva
a cuestionar lo que sabemos, y por lo tanto, nos induce a vivir sin certezas
que nos den seguridad. El terraplanismo nos ofrece exactamente lo contrario y
por ello crece día a día.
Frente a este proceso, quienes se
resisten a este fenómeno, van camino a formas de soledad y marginación. El que posee el conocimiento adquirido por el
estudio y el análisis, es menos consultado y tenido en cuenta, ya que el
terraplanismo está al alcance de todos. Desvirtuando los conceptos, podríamos
colegir que quien estudió integraría una aristocracia
del conocimiento, mientras que el terraplanismo sería una forma de democracia popular.
Quien sostiene el conocimiento,
en definitiva, se convierte en un antagonista al que sólo cabe combatirlo,
muchas veces con métodos violentos y descalificantes. El profesional, el
científico y el especialista son amenazas para el orden terraplanista.
¿Cómo hacer no ya para revertir
este fenómeno, pero sí al menos, para que no nos perjudique? Aquí van algunas
ideas:
-
Cuando se produce un debate en cualquier terreno
–laboral, familiar, social- intervenir con claridad y sobre todo, con humildad,
sin intentar dar cátedra ni poner en ridículo a los demás
- Fundamentar todas nuestras opiniones, sobre todo con hechos y datos objetivos
- Escuchar con empatía, aunque tengamos el prejuicio de que nos dicen cosas sin valor, dando la posibilidad de ser transformados por la palabra del otro
- Hacer visible todo lo que no se conoce, ampliando la mirada por la información limitada con lo que cuenta nuestro interlocutor
- Invitar a leer, a estudiar y no conformarse con la información aportada por reels o posteos en redes
- Estimular el juicio crítico y la capacidad de cuestionar, dudando de toda información
- No prestarse a discusiones banales impuestas interesadamente, sino hablar de los temas que consideramos importantes, tratando de hacer valer nuestra agenda.
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