Por Mariano Rovatti
Whats App es una red social utilizada en el mundo entero por dos mil millones
de personas. Constituye la aplicación de mensajería más grande del planeta. Como
medio de comunicación, se convirtió en la herramienta más accesible, rápida y
eficaz para enviar mensajes, archivos, imágenes y audios. Entre sus
funcionalidades más utilizadas, están los grupos, que les permiten interactuar
a varias personas que comparten algún interés. Pero lo que nació para
comunicarnos mejor derivó en una de las formas más comunes de desperdiciar uno
de nuestros dones más sagrados: nuestro tiempo.
¿Para qué usamos el Whats App?
¿Reemplaza al encuentro presencial? ¿Hay cosas para decir por Whats App y cosas
para decir personalmente? ¿El Whats App nos libera del momento incómodo de
decir cosas duras cara a cara?
Nadie duda de la comodidad y
funcionalidad de esta red social, y las de su par Telegram, en teoría más confiable y segura. ¿Pero hasta dónde aquéllas
son el máximo valor a tener en cuenta? Recientemente, se han visto en los
medios de comunicación, que a través de Whats App, se comunicaron despidos en
dependencias estatales y en empresas privadas argentinas. Más allá de la
invalidez legal de dichas notificaciones, ¿es la forma más conveniente de
hacerlas?
Está claro que la gran ventaja de
Whats App es que los mensajes pueden responderse pensando cuándo es el mejor
momento y cómo es la forma más adecuada de hacerlo. No hace falta hacerlo con
la inmediatez que incluye un encuentro presencial. Más aún, puede borrarse lo
dicho, sin que ésto sea una metáfora. También es un instrumento hábil para
canalizar nuestra ansiedad, ya que se pueden emitir y responder mensajes a
través del celular desde un transporte público o caminando por la calle. No
hace falta esperar a estar sentado frente a una computadora.
Con los grupos pasa lo mismo,
pero por algún motivo, en ellos se habilitó la forma de usarlos más distendida
o festivamente. Compartir memes, GIFS, emojis, pornografía o links “divertidos”
pasó a ser el tráfico más frecuente. También se empezó a utilizar para discutir
acaloradamente sobre política, los problemas del consorcio o los asuntos de la
escuela de los niños con otros padres. Frecuentemente, esos debates se
dispersan o se desvían con cuestiones que no son las centrales en la discusión.
Y peor aún, el Whats App es el ámbito habitual no sólo de discusión, sino de
toma de decisiones en más de un colectivo.
Las consignas en Whats App son
breves, con poca o nula fundamentación, y frecuentemente dan lugar a más de una
interpretación. En esa concisión, es común subir el tono y hacer más agresivo y
directo el mensaje, sin tener en cuenta los filtros de la escucha de la otra
parte.
Whats App es una herramienta que
en muchas ocasiones se toma como el reemplazo del encuentro real, presencial y
personal con las otras personas, generando la ilusión de que estamos conectados.
Comunicarse por Whats App de ningún modo sustituye el mirar a los ojos, el
estrechar la mano, el percibir la respiración agitada o la voz quebrada del
otro.
¿Cuánto tiempo pasamos por Whats App a diario? ¿y cuánto de ese tiempo podemos decir que fue bien invertido en ello? Ganamos en inmediatez, pero ¿a qué costo? ¿Sentimos la necesidad de revisar constantemente la aplicación? ¿Nos volvimos adictos al Whats App o ya lo estamos del celular en general?
Whats App es parte del conglomerado Meta, que reúne a
Facebook y a Instagram. No pagamos una suma en dinero para usarlo, porque
pagamos con nuestros datos. Por Whats App fluye sin obstáculos información
valiosa para el mercado sobre nuestro trabajo, nuestra vida afectiva, nuestras
ideas políticas, las cosas que nos dan placer y las que nos indignan o
atemorizan.
Sería bueno tomar conciencia de nuestra relación con el
celular en general y el Whats App en particular. Y más en especial aún, el de
nuestra participación en los grupos, para que nosotros los usemos, y no que
ellos terminen usándonos a nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario