Por Mariano Rovatti
Es un fenómeno que azota a miles de niños y adolescentes en sus ámbitos escolares. Personalmente, lo sufrí en los tres últimos años de la escuela secundaria generándome angustia y malestar. Luego pude superarlo, pese a carecer de las herramientas necesarias. Más aún, en aquellos lejanos años, ni siquiera existía ese nombre para denominar esa situación. Hoy tenemos mucha más información sobre el tema, y con ella la posibilidad de resolverlo en beneficio de nuestros hijos.
El bullying o acoso escolar es la exposición que sufre un niño o adolescente a daños físicos y psicológicos de forma intencionada y reiterada por parte de otro, o principalmente de un grupo, dentro del ámbito escolar.
Los acosadores crean y aprovechan un estado de desequilibrio entre su poder y el de su víctima para conseguir un beneficio, o simplemente por placer. El acosado se siente indefenso, sufre un menoscabo a su autoestima y puede desarrollar una serie de trastornos psicológicos que afectan directamente a su salud o predisponerlo a conductas autodestructivas.
El bullying escolar se suele producir durante el recreo, en la fila para entrar a clase, en los baños, los pasillos, los cambios de clase, al entrar y salir del centro, en el transporte escolar o en el comedor. También puede ocurrir en el aula, cuando el profesor está escribiendo en la pizarra o mientras está atendiendo a otros alumnos.
Si bien es difícil establecer parámetros, se estima que entre un 15% y un 50% de los niños y los adolescentes pueden haber sido víctimas de acoso escolar en algún momento. Como en todo acoso, la víctima suele sentir vergüenza de la situación, y guarda silencio respecto de ella, por lo que resulta difícil determinar cuantitativamente el volumen del problema.
Algunos colectivos son más vulnerables y
tienen mayor riesgo de ser víctimas de acoso escolar. Son aquellas personas
percibidas como diferentes, como los niños con discapacidad,
trastornos del espectro autista (TEA), obesidad o dificultades de integración
social.
Las causas que originan el
bullying suelen tener características comunes: el acosador no tiene empatía y,
por tanto, es incapaz de ponerse en el lugar del acosado y ser sensible a su
dolor.
El origen de la violencia del acosador puede hallarse en problemas sociales o familiares, tales como problemas económicos, situaciones de abandono o tensiones permanentes entre los padres, que estimulen una actitud agresiva y violenta. A veces, los acosadores son personas que también han sido acosadas.
También influyen factores relacionados
con la escuela y los docentes, tales como la cultura organizacional del
establecimiento o el clima laboral que se vive dentro de él.
Entre los síntomas, indicadores o
indicios de la existencia de bullying, podemos detectar los siguientes:
- Aislamiento social, apatía o
introversión;
- Depresión, ansiedad, irritabilidad,
tristeza profunda, pesimismo;
- Sentimientos de culpa;
- Tendencia a la huida;
- Negación de hechos;
- Fantasías suicidas;
- Falta de deseo de concurrir a la
escuela y estar con pares
- Problemas de memoria, dificultad en
la concentración, descenso del rendimiento escolar;
- Falta de apetito, dolor de cabeza,
cansancio, sensación de ahogo;
- Dificultades para dormir, pesadillas
o insomnio;
- Llanto recurrente, desbordes
emocionales;
- Temblores, palpitaciones,
hipercinesia;
Cómo se ejerce el acoso
El bullying puede materializarse
de distintas formas:
Acoso físico: El acosador
golpea, empuja o utiliza algún instrumento para hacer daño físico a su víctima.
También puede hurtar o esconder sus pertenencias.
Acoso verbal: Consiste en
insultar, desmerecer, poner motes descalificantes, amenazar o
provocar a la víctima.
Acoso social: desacreditar
a la víctima a través de comentarios maliciosos, la difusión de chismes o la
humillación pública.
Acoso sexual: realizar
acciones tales como tocamientos no consentidos, o burlas sobre la orientación
sexual o falta de experiencia de la víctima.
Cyberbullying: incluye
todas las acciones descriptas anteriormente, pero a través de internet, con el
agravante del anonimato que suele acompañar este tipo de conductas.
Dado que internet es el ámbito en
donde los adolescentes y niños suelen estar más tiempo, la llegada de todo tipo
de mensajes lesivos suele ser muy directa y eficaz, y es la puerta de entrada
para agresiones de tipo presencial.
Además, el ciberbullying opera en
todo momento, sin descanso, a diferencia del bullying realizado personalmente,
que se ajusta al horario escolar.
La prevención es
fundamental para minimizar y reducir los efectos del bullying. Las soluciones
deben consistir en un conjunto amplio de estrategias y acciones, a partir del
diálogo y la confianza.
En el ámbito escolar, los
docentes y directivos tienen que llevar a cabo medidas que impidan la aparición
de nuevos casos de bullying. Para conseguirlo deben identificar los
factores de riesgo que los generan y actuar sobre ellos. Pueden
realizar acciones como campañas de sensibilización para los
mismos alumnos, talleres formativos para padres y docentes, y sobre todo,
intervenir directamente sobre los casos que se vayan detectando.
Es necesario garantizar a la
víctima la confidencialidad de lo que la misma exponga ante las autoridades en
la medida que la misma sirva para detectar el problema, pero asumiendo que
dicha exposición derivará en acciones concretas.
También se requiere promover
la comunicación fluida entre las familias y el
establecimiento.
Es indispensable que los docentes
y auxiliares controlen más eficazmente la entrada y a la salida de la escuela,
así como en los lugares y situaciones en donde es más frecuente que se produzca
el acoso. Generalmente, éste se vé favorecido en ausencia de figuras
relacionadas con la autoridad.
Puede ser útil también, la
compañía constante de dos o tres personas de la confianza del acosado hasta que
éste sienta que desaparece la amenaza de agresión hacia su persona.
Retirar a la víctima del
establecimiento es la solución última, pero nunca descartable.
Debe desestimarse cualquier
intento de solución a través de la violencia para “hacerse respetar”, ya que
generalmente, agrava la situación de discriminación del
colectivo hacia la víctima, profundizándose su sensación de soledad y rechazo.
Diagnóstico
La detección del bullying es muy complicada
ya que es muy frecuente que los niños lo oculten en el ambiente familiar y no
pidan ayuda a nadie de su entorno. Por este motivo, sólo son detectados los
casos que no se pueden ocultar por la gravedad de las lesiones o de los
síntomas.
Para conseguirlo, los profesores
o los padres deben tratar de reconocer los indicadores y
comportamientos que vimos más arriba, y que pueden llevar a la
sospecha de un posible riesgo de maltrato.
Intervención
Siempre es necesario actuar de
forma articulada en todos los
niveles: familias, escuela, profesionales, alumnos, promoviendo el
principio del respeto a la diversidad.
En caso de que el niño confiese
sentirse acosado, la familia tiene que reforzar su autoestima y
apoyarlo, haciéndole saber que no es culpa suya.
Si no lo manifiesta con palabras,
pero tiene las conductas descriptas como indicadores, hay que ofrecer un diálogo
sincero, construyendo confianza, a fin de que se explaye
sin temor.
En cualquiera de estos casos, la
familia debe ponerse en contacto con la escuela. Si ésta no sabe
cómo actuar o se niega a tomar parte, se puede denunciar el acoso en el ámbito
de la Justicia y/o del Ministerio de Educación.
En el ámbito escolar, la
intervención tiene que ser precoz y se realizará de forma individualizada.
En muchas situaciones es necesario modificar la estructura de la clase porque
puede ser que esté fomentando el acoso.
También hay que actuar sobre los
alumnos implicados, tanto las víctimas como quienes les están acosando. Debe
averiguarse si las personas que están implicadas tienen algún tipo de
dificultad adicional y ofrecerles un apoyo complementario.
Asimismo, puede ser de gran ayuda
trabajar con los compañeros que están alrededor de las personas implicadas en
el bullying, pero que no han participado directamente. Un objetivo fundamental
es acabar con el muro de silencio que se levanta en torno a
quienes sufren acoso escolar.
En cuanto los docentes tengan
conocimiento sobre la situación, es importante focalizar su atención sobre los
alumnos implicados, para controlar que el problema no se agrave.
Deben recoger toda la información posible sobre los hechos e informar a la
dirección del establecimiento.
Consecuencias del bullying
Las consecuencias afectan principalmente a la víctima, que puede tener fracaso escolar, niveles altos de ansiedad, fobia a ir a la escuela, insatisfacción y cambios de personalidad, pasando a convertirse en una persona insegura, con baja autoestima. Si el acoso se intensifica, pueden desarrollarse síntomas de histeria o depresión.
La imagen que pueden llegar a
tener las víctimas de sí mismos es muy negativa y llegan a creer que no son
competentes desde la perspectiva académica y social. Esto puede provocar que en
algunos casos tengan reacciones agresivas contra sí mismos o contra terceros.
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