Amores y rencores




La odio por el daño de mi amor desecho

y por una duda que me escarba el pecho
rencor, no repitas lo que viá a decirte
rencor, tengo miedo ….
 ….de que seas amor. (1)

La difusión de Session 53, la nueva canción de Shakira, en sociedad con Bizarrap, encendió las más variadas discusiones sobre las relaciones, las rupturas y la batalla de los sexos.

Al fin y al cabo, el amor y el odio son las dos caras de la misma moneda. Ambos son la principal fuente de inspiración del arte, y en especial de la música. Y ésta –una vez más- se convierte en la voz de quienes no pueden, no saben o no pueden expresarse.

Shakira le puso el cuerpo y su voz a un sentimiento muy común, tanto en mujeres como en varones: el odio por el ser amado que abandona, y para peor, reemplaza rápido y sin prolijidad a quien se queda solo/a.

Un ataque así (además con detalles de mal gusto por parte del sujeto culpable) pareciera que lesiona más el ego y el apego de la persona abandonada, que su capacidad de amar. En un momento de ira, pueden decirse frases hirientes y destempladas, que pueden comprenderse en su contexto. Pero distinto es cuando se alista la producción y difusión de una canción. Intervienen músicos, productores y técnicos, y no se prepara en un par de días.

Es difícil imaginarse que a la cantante colombiana le dure la bronca que transmite su canción. Es  muy probable que lo haya sentido así, tal cual lo dice cantando. Pero en algún momento,  decidió que ese enojo se transforme en musa inspiradora para llegar a las tripas de millones de personas –y sí, la mayoría, mujeres-  y así convertirse en un éxito comercial.

Con desparpajo, dice “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan..” Una frase que describe su propia actitud, pero no la de su legión de seguidoras, a las que de alguna manera, intenta representar simbólicamente. La mayoría llora y a la vez hace lo que puede para generar alguna moneda.

Como las canciones de Jimena Barón o Karina la Princesita, el texto que canta Shakira invita a dar batalla contra el bando varonil, alejando toda posibilidad de distinguir caracteres, actitudes y valores entre sus ejemplares.

Dentro de la variada y multiforme escuadra feminista, hay un sector que concibe a la maldición de los hombres como una forma de empoderamiento. Una convicción de que sólo una guerra sin piedad es la única manera efectiva de relacionarse con el mundo viril. No hay encuentro posible. Los puentes debilitan y los muros protegen. Pero también aíslan.

Como en otros órdenes de la vida –la política, la economía, la sociedad- la cultura hoy nos invita a sobreestimar las diferencias y a encender el odio, la indignación y la intolerancia. El odio de millones de mujeres abandonadas por sus parejas que eligieron a otras mujeres en su reemplazo, es un campo fértil para el negocio rápido de la música pop. El despecho simple y llano es más fácil de comprender que la complejidad de las relaciones humanas en un período de transición como el actual.

Hoy el odio, la intolerancia y la grieta son más fructíferos que el amor, la esperanza y el encuentro. Aunque resulte una patética expresión de codependencia emocional, el grito de Shakira llega hondo y rápido, con el mérito incuestionable de ser creíble. Y aunque también en el medio queden expuestos sus hijos.

No hay que achacarle a Shakira su canción, que es su herramienta de trabajo, al fin y al cabo. Sí cabe reflexionar sobre por qué es un éxito. Qué responsabilidades tenemos hombres y mujeres del siglo XXI en nuestras relaciones de pareja. ¿Amamos o poseemos? ¿Declaramos honestamente nuestros sentimientos o estafamos emocionalmente? ¿Nos creemos que el amor es para toda la vida? ¿Podemos negociar y acordar con nuestras parejas? ¿O sólo buscamos imponer nuestros deseos, intereses y necesidades? ¿Es necesario explicitar las condiciones de fidelidad y lealtad? ¿Facilitamos el legítimo empoderamiento femenino sin que ello implique desatar una guerra?

Uy, qué época jodida y desafiante que nos tocó.

 

(1)    Rencor, tango de Charlo y Amadori. Escuchalo en la versión de Julio Sosa, con la orquesta de Leopoldo Federico



Por si no la viste aún, acá va Session 53:


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